Reflexiones fluviales.

Hoy quiero cambiar. Y siento que ese cambio está llegando. Hoy es el día.

Siempre he pensado que la soledad es uno de los mayores motivos de tristeza que puede haber para las personas. Pero todo depende (y sobre todo si no tienes más remedio...) del punto de vista con el que se mire, ¿no?

Sintiendo ahora esta maravillosa 'brisa fluvial' que, sinceramente, no pensaba que pudiese ofrecerme una ciudad, me siento fuerte. Tanto tiempo teniendo las claves delante y yo sin querer verlas.

Al fin y al cabo, es ésta una verdad muy grande... No he de buscar paz en quienes me rodean. Ni explicaciones. Ni ilusiones dependientes. Toda respuesta está en mí. Todo eso puedo serlo yo sola para mí. Es más, DEBO serlo.

En el fondo, todos buscamos, de manera superficial o de manera 'espiritual', ser felices. Pero hoy me doy cuenta de que buscamos nuestra felicidad más allá de donde ésta puede encontrarse. Nuestra naturaleza imperfecta nos hace mirar hacia un lado u otro exigiendo a todas las cosas que nos rodean la responsabilidad de saber hacernos felices. Es mucho más fácil, pero nos convierte en los seres frustrados que a menudo somos.

Me gustan mucho los animales y observar las grandes diferencias que ellos tienen frente a nosotros. Veo cómo los cachorros necesitan a sus madres, para pronto pasar a ser seres independientes y autosuficientes, satisfaciendo sus necesidades primarias. Mi gatita, la que por cierto me produce una alergia terrible, es feliz teniendo su agua y su comida y un simple bichillo al que perseguir. Incluso se contenta jugando con las hojas secas que el viento arrastra. Entonces me doy cuenta de que ella no se plantea si es un insecto o una insignificante hoja seca el objeto de su juego. Ella es feliz porque puede jugar.

Anoche me fui de fiesta... Y me vi vencida por el borreguismo y la superficialidad de aquellos en cuyas manos pronto estará el mundo. Sentía que no me parece justo tener que convivir con personas así, aunque, más bien, lo que sentía era la el frío de la soledad y la tristeza de un ser humando que se ve desnudo ante la vida, injustamente incomprendido. Sé que siempre llevaré conmigo la pena que supone el no entender por qué las personas se empeñan en ser seres ingenuos y débilles, basando sus vidas en lo que otros dictan, sin ni siquiera plantearse el por qué ni darse la oportunidad de demostrarse a sí mismos que son seres racionales con una increíble inteligencia frente al resto de seres vivos, inteligencia que debería venir a recordarnos por qué el destino de nuestro Planeta depende de nosotros mismos.

Ante una responsabilidad tan grande, equiparable a nuestra capacidad natural de ejercerla (capacidad, por cierto, bien auto-maltratada), ¿por qué insultar a nuestra especie con nuestro absurdo comportamiento?

Recuerdo mis ganas de llorar cuando ayer veía la insensibilidad de la gente joven ante tantísima polución. Vasos, botellas, bolsas, papel de aluminio arrugado. Las lágrimas que se me habrían caído si hubiese sido más vulnerable habrían sido muy difíciles de consolar, pues aún sin haber sido derramadas, ya me hacían sentir increíblemente desconsolada. La impotencia ante la dejadez y la irresponsabilidad de mis iguales es aún mucho mayor que la que me causan sus propios actos irresponsables.

Pero no quiero sufrir por su culpa. No cuando la Naturaleza me muestra hoy, aquí, que está de mi parte. No cuando, ya lo he dicho: mi felicidad no depende de ellos.

No sé, sincera y honestamente, si Dios existe. Respeto a quienes sí confían en ello. Pero me pregunto ¿por qué tienen más fe en algo que no pueden ver, en lugar de tener fe en sí mismos y en las personas que les rodean? ¿Acaso la creencia en la posibilidad de una vida eterna nos da permiso para no cuidar nuestro Planeta y a cuantos seres vivos la habitan? ¿Dejaremos la Ecología, la filantropía, los deseos de paz y de un mundo mejor para cuando ya sea tarde? ¿Pregonar a los cuatro vientos que amamos a la Santa Iglesia -y sus dogmas- hará que se nos perdonen nuestras faltas de cariño? ¿O es que nos preocupa más, cual Tomás Moro, asegurarnos una hipotética vida eterna, antes que procurarnos una existencia terrenal pacífica y llena de buenas intenciones para-con nosotros mismos?

Yo puedo decir que, entre otras tantas personas que lucharon por la dignidad del ser humano, creo en Jesucristo y su verdadero ejemplo de rebeldía contra los dogmas que maltratan y contradicen la naturaleza y los derechos del ser humano. También creo en los espíritus. Creo que forman parte de ese maravilloso compendio de energías que forman la Naturaleza. Por supuesto, al igual que yo no espero más que ser respetada en mis creencias, yo también me siento comprometida a respetar las creencias de quienes me rodean. Pero es inevitable, al menos para mí y para mi visión del mundo y de la vida que lo habita, sentir que nuestra existencia tiene mucho más valor del que nosotros, con el paso del tiempo, quizá por miedo a la responsabilidad, le hemos ido otorgando.

Ojalá la empatía y las ganas de vivir que yo tengo se contagien a todos cuantos os habéis parado a leer esta humilde reflexión. Y a los que no... También.

Comentarios

  1. Con estas reflexiones sigues reforzando la idea de cuan especial eres! Mi gran sabia Elena, ¡sigue abriendo camino hacia un mundo mejor!

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