Divagancias.



Una de las cosas que me va enseñando el vivir fuera, a una distancia considerable de esas personas con las que me gustaría estar en este preciso instante, es el hecho de aprender a tolerar la realidad del mundo que nos rodea. 

Y es que aunque siempre, desde pequeña, he sido una "despiertaconciencias" impertinente y de hecho sabéis que a menudo hago denuncia social y reflexiono no sólo sobre cuestiones existenciales personales sino también comunes, inherentes al ser humano, a pesar de ello, he de decir que afortunadamente he crecido en una burbuja. En cierto modo sigo en ella, y claro está, eso tiene sus grandes ventajas y sus ciertos inconvenientes. 

Por una parte, creo que, por suerte, he recibido una buena educación en valores que me ha permitido convertirme en alguien con inquietudes y con el anhelo constante de ser mejor persona; además, quizá en cierto modo haya verdad en esa frase tan de moda de "lo semejante atrae a lo semejante", no por ello visto de un modo entendido como "mágico", sino más real y lógico de lo que pensamos (todo está en el interés que se tenga en vencer la pereza que nos da el buscar explicaciones por nosotros mismos, ya que estamos muy acostumbrados a seguir tendencias varias). Con esto quiero decir que quizá mi manera de ver las cosas me ha hecho rodearme de gente que tiene una visión similar, claro está, sin ánimo de discriminar, dado que también está en la riqueza del ser humano el convivir con todo aquello que no encaja con uno mismo, pero que no por ello deja de existir. 

Por otra parte, haber vivido en mi burbuja hace que el asombro sea mayor cuando compruebo que hay cosas que no sólo pasan en las películas o en esa parte de la imaginación donde se agolpan todos los miedos, curiosidades sin explicación, preguntas sin respuesta o pensamientos sobre cosas que se estiman tan absurdas o poco lógicas que verlas en el mundo real entraría en el umbral de lo que particularmente para cada uno es el surrealismo. Para mí, por ejemplo, rozaba el surrealismo que cierta cadena de televisión tuviese tantísima audiencia con programas en los que lo que se emite no tiene más pretensiones que opinar sobre la vida de los demás, entre otras cuestiones para mí banales (volvemos a la famosa pereza humana a la que me refería antes... mejor opinar de la vida de los demás que ponernos a pensar en la nuestra). Es más, a menudo pensaba que el hecho de decir que la audiencia era tan grande era una simple estrategia mediática para atraer más telespectadores. Sin embargo poco a poco voy comprobando, en mi asombro, cómo soy yo la que no comulga con una tendencia que en cierto modo se asume como algo que cubre un comportamiento propio del ser humano, como es el criticar, juzgar, sin conocer (lo peor de todo es que hay quien piensa que esto es irremediable y que por tanto no puede entenderse como algo negativo). Me gustaría compartir con vosotros todos los ejemplos que se me vienen a la cabeza en este momento, pero me temo que son demasiados como para interrumpir de esa forma el devenir de esta reflexión (pero de cualquier modo si a alguien le apetece conversar sobre dichos ejemplos ¡estaré encantada de compartirlos!). 

Pero sin duda, algo de lo que he podido percatarme, con burbuja o sin ella (que haya vivido en una burbuja no significa que no pueda entrar y salir de ella, o ver a través), es de lo duras que están siendo  las circunstancias para algunas personas en los momentos de crisis que llevamos viviendo ya demasiados años. Esto no es nada nuevo, realmente, si echamos la vista atrás y vemos la de atrocidades que se han cometido a lo largo de la Historia, por culpa de algo que tampoco es precisamente nuevo: el egocentrismo y el egoísmo. Sin ánimo de darle la razón a Plauto o a Hobbes (homo homini lupus), en cierto modo es verdad que todos somos egoístas y egocéntricos. Lo traemos por defecto, como parte de nuestro instinto, un instinto que nos hace comunes al resto de animales y que nos confirma como parte de la Naturaleza. Sin embargo, tenemos algo que nos hace diferentes: la capacidad para controlar nuestros impulsos, nuestros pensamientos, y, sinceramente, nuestros sentimientos. Sí, eso que tantos filósofos han llamado "la razón". La cuestión es que mientras quienes tienen el verdadero devenir del mundo en sus manos, esas personas con auténtico poder, sigan dándole la razón a la ya mencionada cita latina, esto seguirá siendo la jungla. 

Una jungla en la que la continua lucha puede consumir y retorcer hasta al más noble, cultivado y sensato de los seres humanos.

Y es ahí donde me viene a la mente la obra de teatro que tuve la suerte de ver estrenar el pasado lunes 2 de Febrero, que, dicho sea de paso, por muchos motivos, es una fecha muy especial para mí. "El plan", de Ignasi Vidal, una obra a la que acudí, siendo honesta, con el interés de descubrir hasta qué punto alguien puede ser un artista multidimensional. Y lo que vi superó cualquier buena expectativa. Un despliegue de talento para la creación de diálogos, un humor paradójicamente cotidiano, sarcástico e inteligente, basado en esos detalles reales que habitualmente obviamos; una actuación sublime e insultantemente orgánica (insultante para aquellos que soñamos con hacer lo mismo...), y una historia inicialmente enigmática que resulta más adictiva cuanto más inmediata se vuelve y más deja atrás el planteamiento de partida, de forma que aquella incógnita en la que todos pensábamos con curiosidad al comienzo acaba convirtiéndose en una mera excusa para comenzar a ser testigos del retrato de tres personas más reales de lo que jamás pensamos que podrían ser. Una obra, en definitiva, que se disfruta hasta en su inesperado desenlace y que te deja sumido en ese estado de asombro necesario para aprender a comprender. 

En resumen, una obra de arte, pues, para mí, el arte es arte cuando te ofrece algo que puedas llevarte en la mente, de vuelta a casa. Os la recomiendo encarecidamente, en La Pensión de las Pulgas, Madrid. 

Por tener la oportunidad de acceder a estas cosas me vale la pena vivir fuera. Ríes, lloras, piensas, dudas, aprendes. Al fin y al cabo, para quienes piensan que la vida es demasiado simple como para andar complicándola con estas reflexiones aparentemente complejas, sí, la vida es simple, lo guay es darte cuenta. 



Lo complicado de la vida es descubrir lo simple que es...

[So go on, 
live your life, you're one and only, 
don't let anyone control it]

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