Cruzar el río.

Pedid... y se os dará. 

Kenny G – Miracles

Hace tiempo que quiero escribir, pero he estado tan ocupada descubriéndome a mí misma, que no he tenido nunca un tema claro sobre el que escribir. De repente escribir fue sustituido por reflexionar, meditar y pensar, resultado de la búsqueda de un método de auto-equilibrio más rápido y eficaz... Pero escribir es algo que me encanta. Y que me leáis, es ya la caña. 

Generalmente, mis entradas vienen motivadas por algún conflicto interno. Y ésta no iba a ser menos... 

Qué contrariados nos sentimos cuando llega alguien que menosprecia nuestra capacidad, por culpa de la ignorancia, por culpa de la mediocridad, de la superficialidad, de la envidia... pero, en definitiva, los últimos responsables de todo problema de subestimación somos nosotros mismos, nuestro autoconcepto... y nuestra capacidad para hacerlos valer y decir "¡Eh! ¡Aquí estoy yo!"

Sí. Vale. Hay mucho cabrón suelto. Es difícil no tenerlo en cuenta. 

Pero, ¿qué más nos da tanto ca**** suelto? Cuanto más atendamos a sus juegos mediocres, peor. Aunque hasta nos fastidien en ocasiones sin que nosotros siquiera estemos en la misma onda. La respuesta a esto siempre es la misma: autoestima. Amor. Amor a uno mismo. A la gente nos cuesta creer que hasta que no consigamos querernos a nosotros mismos, no conseguiremos comprender nada. 


¡Fall in love with yourself!




Aah... l'amour. Esa cosa que nos parece como magia, ¿verdad? Nada más lejos de la realidad. Bueno, en verdad es una realidad a medias. ¿Por qué esperamos a que todo nos venga dado? Que me quieran, que me abracen, que alguien se fije en mí, que me sorprendan con detalles, que me halaguen... que me, que me, siempre esperando cosas de los demás. ¡Fuera todos los "que-me"! ¡Vamos a preocuparnos de lo que hacemos nosotros, que ya es tarea más que suficiente! Como me decía hace poco esa persona que es mi tesoro particular, pasamos el 60-70% de nuestra vida criticando o emitiendo opiniones muy subjetivas sobre los demás, o incluso analizando a los demás cual mismísimo Sigmund Freud, haciendo comentarios megaeruditos en plan "pues es que yo creo que Fulanito de tal tiene un problema de autoestima gordo porque patatín patatán"... ¡por Hércules! 60-70% de nuestro tiempo... cuánta razón, ¡¿sabéis lo que es eso?! ¡Eso es pasar más de media vida pendiente de lo que hacen otros en lugar de lo que haces tú! Total, esta mala costumbre no sirve para nada, porque 


siempre aprenderás más escuchando que hablando,

Y esto es así aquí... y en todas partes, mal que nos pese. 

Estaba yo pensando en esa gente que aún vive en la orilla cómoda, empezando por mí misma, que ahora empiezo a despertar. He aprendido mucho durante todos estos meses sobre aquello que se conoce como "zona de confort", y he sentido mucha satisfacción al descubrir que esa especie de pereza que siempre me ha hecho sentir tan culpable tiene un nombre y está estudiada por gente que dedica su vida a ayudar a los demás. Pensando en ellos, y conviviendo con ese miedo a "avanzar", a salir de nuestra zona conocida, ese pánico a perder nuestra "seguridad" que todos sentimos en muchos aspectos de nuestra vida, me pregunto "¿quién nos ha enseñado a ser así? ¿es que el ser humano es así de plano, tan difícil de moldear? ¿somos como una especie de lego, que trae las piezas, pero no una única manera de combinarlas? ¿será que al final es cierto aquello de Homo homini lupus?"... El problema es que haciéndome preguntas de este tipo acabo entrando en un bucle infernal que me lleva a ese batiburrillo existencial tan agobiante que supongo que más de uno de vosotr@s habréis podido experimentar. Por eso, recurro a mi archiconocida balanza:


"¡Helen, relativiza!"


Y así, simplificando y colocando piececitas de mi lego en la balanza, llego a comprender la simpleza de las cosas. Todo está en querer hacer, querer sentir, querer pensar, querer decir. Todo está ahí. Como le decía a un amigo hace poco, "esto es como encender una luz en tu mente, y no saber dónde está el interruptor; pero una vez que lo encuentras, nunca más olvidas dónde está, y entonces, comprendes tantas cosas y lo ves todo tan simple...". 

Salir de la zona de confort no es más que decidir que vas a ser tú quien tome las riendas de tu vida y que vas a evolucionar, escuchando siempre a tu corazón, sí, esa vocecita que, queramos o no, siempre está ahí, retumbando en nuestra cabeza, aunque cuando nos pongamos en plan orgullosos hagamos como el que oye llover. 

Continuamente veo cómo llega gente nueva a mi vida, y unos se quedan, y otros, menos mal, también se quedan, pero temporalmente. Aunque sean unos solos segundos. Todos pasan por algún motivo. Algo traen para mí, algo he de aprender. Total, como digo siempre: si tienes un problema, no te enfades, porque así tendrás dos. 



Hay una cosa que he de reconocer que a ratos me molesta muchísimo: y es, tal y como introducía en el inicio de esta entrada, que haya quien, encima de ignorante, se permita el lujo de emitir juicios sobre ti y tomar decisiones y manejarte. En el mundo de la música, de la política, del deporte, de la medicina, de la psicología, como en casi todos, ocurre esto muchísimo. Todo el mundo opina, todo el mundo sabe, todo el mundo puede hacer cualquier cosa aunque no haya aprendido cómo hacerlo, o peor, aunque haya alguien presente que sepa hacerlo pero que parece ser invisible a los ojos de quienes toman decisiones (ejem, envidia). Para colmo, hay quien se gana la vida haciendo algo que tú sabes que puedes hacer mucho mejor. Hay quien incluso disfruta, ya sea consciente o inconscientemente, cuando ve a alguien a la altura del betún, o cuando, a sabiendas de que dicha persona representa una parte de la especie humana más evolucionada que él/ella, es colocado de pura chiripa a tu altura. Bueno, se engañan a sí mismos (qué coraje da eso de "engañarse a uno mismo", ¿verdad? Sobre todo cuando nos la decían cuando éramos niños y no éramos del todo capaces de entenderla, y mucho menos de encontrar consuelo en ella... jeje). 

Pues sí. Me molestaba esto. Y digo me molestaba, porque gracias a las valiosas herramientas que he ido encontrando (o queriendo encontrar) en el camino, esta molestia comienza a ser historia. Puro pasado del que aprender. He pasado mucho tiempo pensando en la envidia que me daba esa gente que se dedica a venderse y promocionarse tan bien. Por suerte, he querido, y por consiguiente, he podido, comprender que esta gente era necesaria en mi vida para entender que tengo que darme a valer. Que el cambio no es ruptura, sino desarrollo. Que hay que caminar de frente y sin titubear. Que la seguridad en uno mismo se construye sobre unos cimientos de humildad. Que el amor y el respecto a uno/a mismo/a puede llegar a ser el mejor kit de salvamento en la vida. 

Ah, el amor. El amor no es magia. El amor y los sentimientos, los creas, los sientes, los controlas, los decides tú: es entonces cuando la magia comienza a surgir, porque tú eres el mago de tu propia vida. Y es maravilloso. 




Ojalá la escuela nos enseñase a descubrir lo increíblemente fascinantes que somos. 




P.D.: ¡FELIZ NAVIDAD!








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