El Síndrome de la Novedad Excluyente.

Siempre pasa igual. 





La gente, los seres humanos, las personas... somos así: estamos acostumbrados a algo que es muy bueno, y, de buenas a primeras, se oye un canto de sirena que nos arrastra a una orilla que no solamente está lejana, sino que, encima, nos hace perder de vista cosas que, quién sabe, quizá cuando queramos volver a tener, sea demasiado tarde.

¡¿Cuánto tiempo sin escribir en LUEMP, verdad?!

Han pasado demasiadas cosas, y por ello, en cierto modo, he abortado muchas veces el impulso de volcar mi ira contra mi blog. Tengo muchísimas entradas incompletas en mi bloc de notas, pero no he dejado que ninguna salga a la luz, son demasiado duras y sarcásticas; este año no ha sido fácil. Y en cierto modo ahora me alegro por ello; soy una persona LIBRE, en un amplio sentido. No todo el mundo puede decir eso, y menos aún si hablamos de la conciencia de más de uno. 

Reflexionando sobre ese mundo al que supuestamente pertenezco, al conservatorio y su auto-degeneración, no puedo hacer otra cosa que reír con ironía en silencio, pues es imposible obviar el tráfico de conveniencias, intereses, pensamientos elitistas, prejuicios, competitividad, obligación de encajar en un patrón..., en definitiva, asuntos que si bien en un pasado cercano han sido provocadores de cierta ansiedad y de cierto sufrimiento, o inspiradores de sentimientos que no me creía capaz de tener, me han hecho una persona fuerte, y me han motivado a alimentar mi sensatez, si bien no es una labor fácil cuando vives situaciones injustas, de forma que, al fin y al cabo, se han convertido en motivos para saborear aún más mi merecida libertad. 

¿Cuál es el precio a pagar por esta tranquilidad de conciencia? En este aspecto, cada uno es dueño de sus propios actos. Es una cuestión de principios: tú decides hacia qué lado quieres inclinar tu balanza. Si todo el mundo fuese igual de sensato no habría que pensar en precios a pagar. Pero... es así. 

Sin ánimo de colorear esta entrada con tonos apagados, porque realmente me siento en el extremo anímico contrario, quisiera que hiciésemos un ejercicio de reflexión sobre el párrafo que da inicio a esta entrada. Si nos damos cuenta, esta circunstancia, la que yo llamo "síndrome de la novedad excluyente", hace más daño del que nos imaginamos que provoca. Vivimos en una sociedad en la que se prefieren las cosas de usar y tirar, de forma que no se nos acostumbra a cuidar y mimar lo que tenemos. Con este mal hábito asimilado en el cuerpo y en la mente desde pequeños, ¿cómo podemos esperar de nosotros mismos que desarrollemos la paciencia y el tesón necesarios para cuidar algo? 

Y es que está muy bien conocer cosas nuevas, y hacerles un espacio en nuestra vida. Me parece muy bien sumar. Pero me niego a que esa suma implique una resta.

En general, siempre volvemos a lo mismo: EMPATÍA. Nos falta empatía. Cuando un profesor que nos ha enseñado mucho, de repente tiene un mal día, pensamos que no nos ha enseñado nada. Cuando nuestra pareja está un día cansada y olvida sonreír, olvidamos que la solución está en sonreírle. Cuando alguien inventa un rumor sobre alguien a quien envidia, nos sumamos al grupo de envidiosos, sin pensar en el daño que podemos estar haciendo. Cuando un político trabaja incansablemente por el bien de los demás todos los días, y un día le ha sido imposible hacer algo por ti, le quitamos nuestra confianza y buscamos otro nuevo. Cuando un amigo nos llama todos los días y de repente aparece otro que parece ofrecer mucho más, miramos hacia este nuevo lado y dejamos que el teléfono se canse de sonar, creyendo, inocentemente, que cuando volvamos a cogerlo, nos estará esperando. 

Qué egocentrismo. Tendemos a pensar que son otros quienes causan nuestros problemas, en lugar de hacer un ejercicio de autoevaluación, y descubrir que quizá somos nosotros los culpables de los desencuentros, las decepciones, y, lo peor de todo, de que nos lleve pasando toda la vida. Pensamos "¡qué mala suerte tengo!", pero, desde mi punto de vista, nada más lejos de la realidad: cuando en tu vida se repite la misma circunstancia una y otra vez, claramente hay algo que tú mismo te estás intentando hacer comprender sobre ti. Al fin y al cabo, ¿no depende todo del punto de vista con el que se mire? 

Escribía yo en una de estas entradas incompletas que no llegué a publicar:


"Se han producido muchos cambios, algunos buenos, y otros no tan buenos. No me gusta hablar de los malos, sino pensar mejor en cuáles son las soluciones. Sé que vivimos unos tiempos difíciles, y que, al contrario de lo que debería ocurrir, hay personas que en lugar de ayudar, se apoderan de lo que no les pertenece, y, tomándolo como un pretexto de poder, aprovechan para trepar hacia lo más alto de la pirámide sin tener reparo en pisotear a los que se quedan en cada escalón.

Siempre pasa igual." 

No quiero extender más mi escrito, porque, lo siento, no es una entrada sencilla y concisa, es lo que me ocurre cuando quiero expresar una idea relacionada con millones de cosas a la vez. 

Sólo me gustaría que supiéseis, queridos lectores míos, que considero que debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos por conservar nuestra fe en la parte buena de las personas. Y si llega un momento en el que el cansancio se apodera de nosotros, olvidemos a esa gente tóxica. Alejémonos de ellos. Fuera el síndrome de la novedad excluyente. Cuidad lo que tenéis. Concededle el gusto de haceros sonreír en el tiempo. 















Comentarios

Entradas populares de este blog

A ratos...

Jeroglíficos de cumpleaños.

23 + 30