El Cero Siniestro.

Hola Utópicos, aquí os dejo una entrada que escribí hace unos meses pero que no fui capaz de publicar. A continuación, publicaré la verdadera entrada nueva, ¡fresquita, actual y recién hecha!

[…someone to talk when I'm feeling alone…]


(El vídeo es sólo para escuchar la canción, la imagen no es interesante).

No sé si os ha pasado, pero, el caso… es que odio la sensación que se siente cuando captas que alguien tira la toalla contigo, y, a pesar de que sientes que es algo injusto, te bloqueas por la impotencia de no saber si eres del todo capaz de demostrar que no te mereces que alguien piense eso de ti. "Don't give up", me dice mi madre. Y yo no me rindo, pero… también estoy cansada de que seamos así las personas. Siempre tan a lo nuestro, siempre tan insensibles con las cosas que no nos interesan, siempre tan poco empáticos… 

Aún peor es sentirte mal, necesitar una mirada cómplice y comprensiva, y buscarla justo en el momento en el que estás solo, y no encontrar más que unas paredes inertes y un silencio reinante que, por el bien de tus vecinos, sabes que no debes romper. A pesar de todo, Tripo me mira con cara de "Hey, anímate, tonta del cerdo de peluche" y suena un All I ask of you espontáneo en el iTunes, y pienso "maldita sea, ya estoy sonriendo, jolines, pero si yo estoy triste…!". Dichoso frenesí que nos engancha a las emociones negativas. Es que nos gusta, sentimos cierto placer, y ya sea orgullo, ira, tristeza, desolación, nostalgia… no podemos parar. 

De todas formas, aunque al final siempre consigo volcar la balanza con mi kit de emergencia de amor que siento por todo lo que tengo, mi reflexión sigue en pie. Pienso -¿cómo es posible? Sentirte capaz de todo y de nada a la vez- ¿Por qué hay gente con la cara tan dura? ¿Por qué van a lo que les conviene, por qué te tratan con hipocresía, haciéndote creer (más bien intentándolo) que te aprecian, cuando sabes que luego son de ese tipo de gente de "Si te he visto no me acuerdo"? Y lo que me resulta aún más frustrante, ¿por qué encima los tontos como yo les permitimos el lujo de estar pensando ahora en ellos, dolidos por su actitud, pensativos, cuestionándonos por qué ellos se comportan de una u otra manera mientras se olvidan de que existes desde el momento en el que te pierden de vista? ¿Por qué cojines he pensado que me sentiría mejor y haría lo correcto quedándome aquí, en lugar de regresar a casa y reencontrarme con una familia que estaba deseando verme? ¿Por qué, si total, escabullirse es más fácil y menos grave de lo que parece? ¡¿Por qué, si daba igual, si no importa, si no es que fuesen a tirar la toalla conmigo, es que encima la toalla la tengo yo encima…?! ¿Por qué, si nadie te va a agradecer lo que haces con buena intención? Peor aún, ¡si es que encima eres tan invisible como el cristal que se acaba de limpiar! ¿Por qué, si a pesar de todo, no se puede esperar que todo salga bien? ¿Para qué, si ahora mismo estarán disfrutando en compañía de una magnífica cena en una burbuja mientras mis tripas están dando un auténtico concierto, porque no he tenido otra cosa que hacer que sentarme a escribir en lugar de preparar la comida?

Hay gente que opina que tenemos que hacernos fuertes para prepararnos a la hora de topar con gente que no nos va a tratar bien. Pero yo pienso, si yo me esfuerzo día a día para crecer como persona y ser agradable y mostrar un amor sincero por las cosas sencillas -pero increíblemente valiosas- que me emocionan, ¿por qué ellos no se esfuerzan por hacer lo mismo? No, encima se permiten el goce de caer encima tuya, metiéndose contigo, insultándote, a ti y a tu buena voluntad, obviando todo lo que haces bien, y resaltando, cómo no, todo lo que haces mal. Qué bonito. Alguien les habrá hecho lo mismo y creen que la mejor manera de hacer una buena obra por el mundo es comportarse de igual manera con los inocentes. Es como decir ¡ay, tengo un cuchillo clavado en la espalda, voy a ver a quién se lo puedo clavar yo!, en lugar de ir en busca del apuñalador y decirle (o hacerle, ya según gustos y caracteres) cuatro cosas. O como haberte quemado los hombros en la playa y ponerte el aftersun en el culo. O que la montaña vaya a Mahoma en vez de Mahoma a la montaña. ¿Estamos locos?

Aún así, cuando decides mandar mentalmente (porque aún piensas que a pesar de todo son personas que no se merecen que tú te pongas a su altura) a freír espárragos a este tipo de gente, te das cuenta de que has dejado que tu autoestima y tu autoconcepto dependan en buena medida de lo que ellos opinan. Y es que la admiración es lo que tiene. Qué pena. Ojalá algún día se curen de su frustración crónica, y de paso nos dejan a los demás tontos del sensibleo vivir felices con nuestros, tan aparentemente molestos -al menos para ellos- defectos -quien dice defectos, dice… otra cosa. 

Hipersensibilidad. Tiene sentido… 

No quiero alargar mucho más vuestro tiempo de lectura, entre otras cosas, porque mi concierto de tripas (que no de Tripo) va ya por el Rondó. Pero no me gustaría irme a cocinar sin dejar clara una cosa: podrán hacer crecer mi inseguridad, podrán minar mi capacidad de concentración, ¡podrán insultarme millones de veces! Pero os aseguro que nunca me podrán arrebatar la tranquilidad de saber que, aunque ahora sólo esté aquí Tripo, lo que tengo y lo que siento es infinitamente más auténtico que toda la porquería que puedan soltar por la boca, y, si me apuras, hasta por la mente. 

Amigos, ¡mi mandíbula ya casi se desencaja de decirlo!: ¡regalad sonrisas! No vayáis por el mundo con cara de oler… de oler algo que huele muy mal. Tampoco vayáis por el mundo con aires de autosuficiencia y con la superioridad que uno cree que tiene al hablar con alguien que no te importa lo más mínimo en tu vida; nunca se sabe si precisamente esa persona cuyo cariño desinteresado estamos desvalorando podría ser aquella que acudirá sin reparos en nuestra búsqueda cuando pidamos a gritos (quien dice a gritos dice con un simple gesto) un poco (o un mucho) de ayuda y comprensión. Y, ¡por favor! No os quedéis nunca con las ganas de decirles a los demás las cosas buenas que pensáis de ellos. No sabéis de verdad lo que ganáis de vuelta. 

Y a todos los que con solo unas palabras ya me aportáis esa pequeña ayuda que sin llamar mucho la atención pido… gracias. 

…al menos tengo la suerte de ser como el ave fénix. Y de poder decir que disfruto con las pequeñas cosas… así, ¡nunca me frustro…!

[Música… al fin y al cabo… notas. Sonidos. Vellos arriba. Luz, accelerando… Admiración. ¿Quién porras ha escrito esta melodía? Tengo que escribirle para darle las gracias por lo intensamente que me está haciendo sentir].










Comentarios

Entradas populares de este blog

A ratos...

Jeroglíficos de cumpleaños.

23 + 30